Guiar un Yoga Nidra se convierte en algo así como interpretar una
partitura musical.
A lo largo de la sesión se suceden los sonidos de la voz y los silencios marcados
por ritmos modulados.
A manera de una composición musical,
cada secuencia representa un movimiento conducido según un tempo particular,
concebido para acompañar al auditorio hasta el borde de una relajación profunda.
En la secuencia inicial del Yoga Nidra, llamada Transición, las indicaciones que se dan favorecen la liberación de
las preocupaciones cotidianas. Se recomienda instalarse lo más confortablemente
posible, afín de evitar cualquier movimiento, pero también para limitar la
activación de los sentidos, a excepción del oído y de las sensaciones táctiles.
No obstante, en lugar de amonestar la “sala
de concierto” para que apague su teléfono móvil, retenga la respiración y se sumerja en un
silencio casi religioso, condición sine
qua non para que suene la primera nota, el auditorio que empieza una
relajación es invitado a lo contrario, a tender la oreja hacia los elementos
perturbadores que le rodean. Su atención
es llevada gradualmente hacia el murmuro
más íntimo, haciéndole olvidar así, las fuentes de distracción para ponerse a
la escucha del concierto de su cuerpo y de su espíritu…Un tempo largo es necesario para instaurar este clima de confort y marcar un distanciamiento
gradual con demandas propias de una vida con frecuencia trepidante.
A continuación,
como ocurre en todo acontecimiento remarcable, llega el momento de
expresar un deseo, formular un Sankalpa y de repetirlo para sí
mismo con la fuerza de la convicción y la fe que producen los prodigios.
La voz del instructor se vuelve alentadora,
contundente, evacuando cualquier duda posible en cuanto a la realización de la
transformación esperada. Un tempo lento es necesario para la composición
de esta resolución o para su rememoración, luego para su repetición mental,
haciéndola vibrar hasta trasfondo del organismo.
En el
momento de la Rotación de la
conciencia, la cadencia se acelera en un allegreto para los
debutantes que no les deja tiempo para divagar sobre los problemas del momento;
un andante para las personas experimentadas, habituadas a una
concentración inmediata. El tono enérgico y la rapidez de la enumeración de los
segmentos del cuerpo captan la atención y llevan el pensamiento a fijarse
en puntos precisos, y a enviar signos al
cerebro en un lenguaje conciso susceptible de ser comprendido instantáneamente.
A partir de las secuencias siguientes, Sensaciones por pares opuestos, Rotación de la respiración, el ritmo se
lentifica con un moderato que acompaña una bajada hacia una relajación
cada vez más profunda.
Contrariamente,
la secuencia de Imágenes rápidas
reaviva la atención con un tempo allegro. Aquí el objetivo es también el de acuciar la
mente para que surjan del inconsciente recuerdos, impresiones, que volviendo a
subir a la consciencia, serán mensajes valiosos para avanzar en el conocimiento de uno
mismo.
En cuanto a la secuencia de la Historia simbólica, es explicada al
paso de paseo en medio de signos portadores de sentidos universales o
personales. A paso lento, ancho, el que desprende un adagio, el pensamiento es guiado, interrogado,
interpelado para encontrar en él una fuerza transformadora.
Y para mantener despierta una mente
inclinada a adormecerse en un cuerpo cada vez más sumergido en el reposo, entre
cada secuencia, bajo un ritmo moderato,
la atención es llevada a las sensaciones del cuerpo sobre el suelo y a la
conciencia de la respiración natural, espontánea.
En definitiva, a lo largo de un Yoga Nidra, los oyentes son
también músicos. Acostados sobre el
suelo, tocan con las cuerdas de un instrumento, el cuerpo, al cual ponen en estado de resonancia: unas veces
estimulados por la voz que les guía
desde el exterior, que les mantiene vigilantes a través de peticiones
diversas…la repetición mental de la rotación de la conciencia…el recuento hacia
atrás de las respiraciones…las visualizaciones, a veces testimonios de lo que
ellos sienten, a veces abandonándose a
interpretar su propia partitura íntima, siempre actores de su viaje corporal y
mental.
Si el guía quiere adaptarse a los
asistentes, le es indispensable tener bien incorporado el método y seguirlo. En una comunicación directa con
un público, no se está nunca a resguardo de una distracción desconcertante.
Para evitar que una eventual nota “falsa”
perturbe a los participantes, lo mejor
es conocer la partitura de memoria.
Un buen conocimiento de la estructura da
seguridad, pero también libertad; una libertad fruto del olvido del solfeo para
entregarse plenamente a la musicalidad de las interacciones y dejar aflorar
algunas variaciones. La fluidez, sin soporte escrito, da lugar a una comunicación intrapsíquica con y entre los
participantes y da lugar, a veces, a felices y fecundas improvisaciones.
Elisabeth Werlen
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